Por:
Juandemaro Querales
Para
Juan Páez Ávila narrar las aberraciones de una dictadura que se implantó en Venezuela
hace 18 años, tarea que lo ocupa actualmente. “Viaje a la Incertidumbre”
(2012); “ Palabra de mujer” 2015); “El Refugio del miedo” (2016); cierra una
trilogía que recoge el tejido abisal de una
sociedad mantenida enmascarada
en un neoautoritarismo militarista, que cambió la faz del viejo
Estado Liberal Demo burgués.
En esta
oportunidad el autor en cuestión
centra su narración en un medio de comunicación: “El Diario de
Carohana” , dirigido por los abnegados
periodistas: Prospero Leal; Modesto Bueno y Emilio Maduro. Sus respectivas
historias entrelazadas dan cuenta de la red de corrupción política, militar y
económica de una sociedad dominada por el narcotráfico y la delincuencia
organizada desde las cárceles a todos los niveles.
Para
el creador de extensas narraciones sobre la podredumbre en el mítico lugar de
Carohana, el ingreso de la sociedad venezolana a la postmodernidad ha sido una
transición traumática, donde la globalidad se expresa en el lavado dinero, en
el tráfico de drogas, la venalidad de jueces, fiscales y un ejército cada
vez más corrompido, carente de un
sentido de responsabilidad hacia la defensa de la soberanía, muy vulnerada en
estos últimos años. Desmoronamiento que se patentiza en la aparición de
“carteles” como el de los soles, que configuran la transformación de un Estado
clásico a un Estado paria, forajido, execrado por la comunidad internacional.
Sociedad
descompuesta asalta los medios informativos, para confiscar la verdad y mantener a la opinión publica
como rehén de una visión única, obediente a una pandilla de forajidos
rojiverde. La precariedad para las masas populares, el delito a la disensión y
pensar distinto; el desmontaje de las instituciones que servían de contrapeso
político en la arquitectura del poder. Aquí
reside el drama esquiliano de la actual nación venezolana que pugna por
no extinguirse. Tanto en el texto literario, como en el drama del Orestes de Esquilo,
se echa a andar la narración río; son los descastados de la vieja sociedad de
Pericles, que arrastran sonámbulo sus pies por oficinas de gobierno, tribunales
y guaridas de guerrilleros urbanos, calcados de la subversión colombiana. Solo
huyen de sus perseguidores y captores: sicarios y paramilitares pueblan el
cielo dantesco del infierno en que estos malos hijos en el gobierno
convirtieron la frontera común en el Occidente del territorio.
“El
Diario de Carohana” en “El Refugio del miedo” tiene un correlato temporal y por
supuesto en la pequeña historia del
diarismo en la Provincia venezolana: “El Diario de Carora”, fundado a en 1919 por José Herrera Oropeza, en Carora,
ciudad colonial, cuya existencia como un Parque Jurásico, se aloja en una
capsula detenida en el siglo XVII. José Herrera Oropeza, es Prospero Abril;
Antonio Herrera Oropeza es Alirio Modesto Bueno. Don José Herrera
Oropeza-Chìo Zubillaga; es el tándem que se enfrentaba a Gómez y su tiranía de
27 años, las petroleras y los chácharos tachirenses. Prospero Leal- Modesto
Bueno y Emilio Maduro opuestos a toda tropelía y malechurìa, perdieron la pelea
contra: el Estado, el cartel de los soles, CONATEL como brazo político del
PSUV.
Pàez
Avila sigue ahondando en las verrugas de
este endriago autoritario. Como Jorge Franco Autor emblemático colombiano de la
llamada novela del narcotráfico, con su obra “Rosario Tijeras”. El biógrafo de
“Chío Zubillaga” con su trilogía nos facilita el camino para narrar desde la
delincuencia de: Pranes, el Cartel de los soles, de un ejército envilecido por
la corrupción, pequeños micro distribuidores de “piedra” de los barrios de
Carohana. Drama destemplado que puede ser el de cualquier urbe latinoamericana:
donde reina la muerte y la abyección de ingentes comedores de opio en la línea de DeQuincey.
Octubre
de 2016
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